
La Montaña contra Goliat
- Jacinta Ruiz Gimeno
- 26 mar
- 6 Min. de lectura
Si, a día de hoy, alguna mente curiosa decidiese visitar el barrio de La Montaña en Aranjuez, podría coger el coche y aparcar sobre el talud reconstruido que sujeta el barrio, para asomarse a la barandilla y apreciar el Paisaje Cultural, nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, formado por campos y campos de olivos hasta donde alcanza la vista. Una vez en lo alto, la persona en cuestión podría pasear por la vía pecuaria que separa los edificios de los olivos, siempre con calzado apropiado para el camino de tierra y evitando la hora del recreo, si lo que busca es relajación, ya que los dos colegios de al lado se encuentran demasiado al lado para que cualquiera que pase pueda ignorar las voces chillonas del alumnado de infantil, primaria y secundaria. Si no dispusiese de la opción de ir en coche, nuestro personaje hipotético no tendría que preocuparse, ya que podría coger la línea 4 de autobús, que lo recogería en la estación de cercanías y lo dejaría en La Montaña en cuestión de minutos, unos cuarenta, y tras haber realizado un atractivo recorrido por toda la ciudad de Aranjuez antes de llegar a su destino. Pintado así, el PAU de La Montaña parece, precisamente, lo que su nombre evoca, una zona tranquila en mitad del campo en la que las familias viven rodeadas de verde. No obstante, aunque su nombre propio lo haga parecer un lugar común, La Montaña tiene personalidad propia y es un barrio tan humano como cualquiera de sus habitantes.

Como cualquier proyecto, el PAU de La Montaña nace con una idea, que en este caso surgió a principios de siglo, concretamente en 2001, cuando el gobierno regional del popular José María Cepeda adjudicó el proyecto de crear una urbanización con casino y campo de golf a la UTE “Casino Real Aranjuez”, formada por dos empresas que invertirían 600 millones de euros para construir a tres kilómetros del centro de Aranjuez. El casino fue inaugurado en 2005 y permanece abierto en la actualidad, así que podríamos añadir otro plan alternativo para que nuestro personaje visitante pasase la tarde del sábado. Sin embargo, si tuviese el objetivo de comprar un regalo de cumpleaños para su pareja, lo mandaríamos a otra ubicación, ya que el centro comercial que se pretendía inaugurar justo al lado del casino en 2010 nunca vio la luz. La versión oficial atribuye este fracaso a la construcción de una rotonda de acceso. Los escépticos que no compren esta versión, aunque suena tan ridícula que cuesta creer que alguien se la haya podido inventar, pueden culpar al eterno comodín del dinero como móvil del villano recurrente en la historia de La Montaña: la empresa privada. Este arquetipo, caracterizado por una ambición inmensurable que arrasa por donde pasa, recibe distintos nombres a lo largo de los más de veinte años que ha vivido este barrio, pero uno de los más pronunciados y odiados es el de Fadesa, una de las empresas encargadas del proyecto de urbanización del barrio en sus orígenes.
A pesar de que aún podemos escuchar el rencor hacia Fadesa como un eco que rebota entre las parades del gran socavón que ya ha llevado a la demolición de un edificio y al correspondiente abandono forzado del hogar por parte de varias familias del barrio, o como el petardeo de una tubería reventada retumbando bajo nuestros pies, el gigante empresarial al que se enfrenta el PAU de La Montaña en la actualidad es conocido como SMARTENERGY. Se trata de un grupo suizo dedicado a la inversión y promoción de proyectos de energías renovables que pretende construir una planta fotovoltaica de aproximadamente 700 hectáreas (unos 400 campos de fútbol) junto a la vía pecuaria que separa Aranjuez de Colmenar de Oreja. Dicho en una frase aislada sobre el papel, la actividad de SMARTENERGY puede resultar loable, pero eso no quita que esta empresa cumpla el requisito indispensable para convertirse en el Goliat que ataca incesantemente a La Montaña: no le puede importar menos el bienestar del barrio y sus habitantes. Para tener esto claro, basta con conocer que la empresa trabajó con un mapa obsoleto que omitía la existencia del PAU de La Montaña para conseguir una Declaración de Impacto Ambiental positiva.

Chema Belmonte, concejal en el Ayuntamiento de Aranjuez y presidente de la Asociación por la Urbanización de La Montaña (ASOCUM), nos cuenta que destaparon este problema “por casualidad” cuando contemplaban otros asuntos a finales del mandato de 2023. Tanto el concejal de Medio Ambiente como el de Urbanismo afirmaron no tener conocimiento del tema cuando acudieron a ellos. En un principio, estas acusaciones se tacharon de “berrinche electoral”, ya que ACIPA, el partido al que pertenece Chema Belmonte, había sacado los peores resultados en las elecciones que acababan de tener lugar. Conforme avanzó el tiempo, el Ayuntamiento popular entendió que las plantas fotovoltaicas de Los Pradillos y Envatios XXII-Fase II de SMARTENERGY, promovidas por la empresa Envatios Fuencarral SLU, suponían una amenaza real a varios niveles, y por fin el gobierno regional empezó a moverse para oponer resistencia a su construcción.
Parece ser que SMARTENERGY siempre ha ido un paso por delante, como cuando la empresa contrató al presidente de ICOMOS para que les hiciera un informe que afirmase que la construcción de la planta no tendría a penas impacto en el Paisaje Cultural. Resulta irónico pensar que estamos hablando del mismo caballero que había redactado una guía que estipulaba que el impacto patrimonial de cualquier planta fotovoltaica tenía que ser cero. Pero, además de que Aranjuez se está jugando el título de Patrimonio de la Humanidad, el proyecto de la planta fotovoltaica también atenta contra la salud de los habitantes, sobre todo la del estudiantado y el personal del colegio Maestro Rodrigo, ya que pasan la mayor parte del día a escasos 25 metros de donde se pretende instalar las placas. Este asunto parece suscitar especial preocupación entre los miembros de ASOCUM, pues no existen estudios que prueben que los efectos electromagnéticos de la planta no puedan afectar negativamente a quienes permanecen expuestos durante largos períodos de tiempo, lo que también incluye muchas viviendas que no se encuentran a más de 50 metros del lugar en el que se pondrían las placas. Para más inri, el proyecto prevé que la vía de evacuación de la planta Envatios XXII-Fase II vaya enterrada al lado del centro Maestro Rodrigo, lo que haría aumentar la temperatura del terreno en aproximadamente tres o cuatro grados, con su correspondiente impacto en las especies de la zona, algunas de las cuales, supuestamente protegidas, aunque no sabemos por quién.

Chema Belmonte y las demás personas que luchan por evitar la construcción de la planta tienen claro que su única alternativa es la vía contenciosa. Si hablamos de números, ASOCUM no cuenta ni con la mitad del dinero que haría falta para asegurarse una buena defensa frente al gigante empresarial. Por esta razón, algunos habitantes del barrio se han movido para organizar una campaña de crowfunding, así como una serie de eventos para recaudar dinero para la causa, como un sábado de paella en el propio colegio Maestro Rodrigo. Pero resulta difícil mantenerse optimista en esta situación, sobre todo si echas la vista atrás hacia todos los fracasos que han marcado la historia del barrio desde sus inicios. No hay paella lo suficientemente grande para tapar tantos agujeros. El propio Chema Belmonte se quedó en blanco cuando le preguntamos por una fecha o evento significativamente feliz en algún punto en la vida de La Montaña. Quizás por eso a ASOCUM le cuesta tanto involucrar a algunos residentes de la zona que parecen estar “dormidos”, bien por ignorar este problema real que les afecta directamente, o simplemente porque encuentran cierta comodidad en el determinismo.
Si, un día como hoy, dentro de un par de años, una mente curiosa aparcase sobre el talud reconstruido que sujeta el PAU de La Montaña, para apreciar desde la barandilla el Paisaje Cultural de Aranjuez, nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO; ese mismo día podría ser recordado como una fecha feliz para los habitantes de este vecindario. Lamentablemente, solo podemos limitarnos a emplear el condicional para contar esta historia porque, a estas alturas de la lucha, el gigante sigue en pie. La suerte no parece haber estado nunca de parte de La Montaña, y tal vez sea esta la motivación para que personas como Chema Belmonte hayan decidido salir a buscar su propia suerte. Esta es una de las situaciones en las que parece adecuado referirse a eso de que “la unión hace la fuerza”. Si no se consigue evitar la construcción de la planta, en cuestión de meses, muchas familias se asomarán a la ventana para ver un mar de placas azules ahogando lo que en su día fue un paisaje natural. Incluso puede que algunas de ellas se culpen por no haber intentado cambiar la suerte de La Montaña cuando se les ofreció la oportunidad de trabajar codo con codo con el vecino que les saluda con una sonrisa si se lo encuentran por la calle. No obstante, muchos otros miembros de esta comunidad no han perdido la esperanza y no cejan en el intento de defender su barrio en esta y tantas otras luchas contra un Goliat que ahora parece hacerse cosquillas en los pies con más de 11.000 olivos del Paisaje Cultural de Aranjuez.
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